jueves, 28 de julio de 2011

Escuchar, entender.

No hay nada como una nebulosa de mis colores favoritos para hacerme creer que floto en medio de un espacio en el que el vacío no haría de mí un amasijo de tripas. No he probado drogas duras, pero como ya sabemos no me hacen falta. Una especie de ácido lisérgico que corre por mis venas hace de este mundo, mi mundo, algo real. Hay veces que no lo soporto y mi cabeza está a punto de explotar. Las sensaciones se acumulan como la gente en la cola del INEM y quiero morirme agarrada a la cama como si estuviera cayendo por un túnel de infinidad de cosas. Otras, como esta, que nada y todo tiene sentido a la vez y sé que veo cosas que nadie ve. Siento cosas que nadie siente. Soy sabia e ignorante al mismo tiempo, ciega y clarividente.
Odio cuando un médico escribe sobre ello. Es como si yo escribiera sobre la II Guerra Mundial. Puedo hacerme una idea de cómo fue, pero jamás lo sabré realmente. Nunca habré matado o muerto por ello ni sabré qué pasó desde dentro.
Y vosotros tampoco, a menos que os haya tocado mi particular lotería.
Cada uno tenéis vuestras dotes a mi sentir. Mi objetivo es la perfección sensorial. Algo parecido a las imágenes que adjunto al presente escrito. Imágenes que me hacen rozar el nirvana, la catarsis. A eso añadidle cierta canción y podréis haceros una lejanísima idea de lo que soy. O ni eso. Odio a los cretinos. No tiene nada que ver, pero curiosamente la palabra cretino es azul. Mi novio es amarillo. Odio el amarillo.
Ahora es cuando caigo al túnel, ¿entendéis? Seguro que no.
Mañana si eso sigo. Estoy cansada, esto, parece que no, pero mata. Y si no, te vuelve loca.


PD: Odio los colores alegres. Como habréis notado, adoro el azul. Nunca sin negro.